No hay duda que el entusiasmo es un anhelado bien que todos consciente o inconscientemente deseamos. Estar entusiasmado es gozar de una energía interior que es muy difícil disiparla o extinguirla.
Por: Adrián Hernández/ En un panorama tal como está, donde las pandemias, las guerras y las hambrunas están aquejando los países y continentes, donde en el caso particular de Colombia nos aprestamos para comicios electorales en pasos sombríos, conviene hablar de palabras que usualmente usamos en distintos contextos a veces sin conocer a fondo su significado y lo que puede llegar a ser su vivencia. Tal es el caso del entusiasmo y como un anhelado bien.
¿Qué es eso del entusiasmo?
En la Grecia Antigua, se decía que en el momento en que una persona era tomada por un dios y guiada por su sabiduría y la fuerza que poseía, la persona podía cambiar toda la naturaleza que le rodeaba y hacer que le pasaran cosas buenas de tal manera que su vida cambiaba. Entonces se decía que esa persona había quedado entusiasmada, es decir que ese dios habitaba dentro de ella.
Comúnmente, el entusiasmo es considerado como un estado de ánimo caracterizado por exaltación en una determinada situación de vida. Podría decirse que el entusiasmo y su experiencia trae consigo todas aquellas emociones positivas que pueden generarse en un vívido momento, así la alegría, la paz, la dicha entre otras y todas ellas juntas darían campo para que éste haga presencia.
No hay duda que el entusiasmo es un anhelado bien que todos consciente o inconscientemente deseamos. Estar entusiasmado es gozar de una energía interior que es muy difícil disiparla o extinguirla, precisamente porque su lugar de origen es en lo más íntimo de la persona y que se abre hacia el exterior. En este sentido no es un acto de voluntad ni la consecuencia de un extenuante esfuerzo.
Nada más motivador para alguien que estar al lado de una persona entusiasta, su sola sonrisa, constituye una fuente motivacional y de inspiración que fácilmente contagia. Esta persona no se cansa y si así llegase a ocurrir aún con la mirada o la voz, sigue enganchando a lo que hay a su alrededor. Es como si estuviese poseída por fuerzas extrañas que le hacen ver sobrehumano.
No pasa así con quien perdió el entusiasmo, que luce tenue, su voz es apocada, suena trémula y sin fuerza. Su cuerpo también refleja lo que los cinésicos y psicólogos llamamos estar anhedónico, es decir no manifestar ningún tipo de placer. Por supuesto no resiste ni su misma sombra, todos huyen de él y no quieren estar a su lado.
Para hacer un acercamiento al significado de entusiasmo, realicé un pequeño trabajo de campo con entrevista semiestructurada y dentro del cuestionario, había dos preguntas muy puntuales: 1) ¿Ha sentido alguna vez entusiasmo?, describa lo que su cuerpo vivió en ese proceso 2) ¿Cómo entiende usted el término entusiasmo?
Realmente fue muy sorprendente las respuestas. A la primera pregunta hubo comentarios como de sentir una profunda exaltación interior que perdura en el tiempo, calor permanente, primacía de emociones positivas. Así mismo a la segunda pregunta aparecieron comentarios como: fuego que viene desde el interior, combustible que no permite sucumbir, energía que contagia a quien lo siente y a quienes están cerca.
De tal manera que entusiasmo significa tener a dios o los dioses dentro y según la etimología griega y su acepción, literalmente entusiasmo está compuesto por tres palabras a decir: en, theou y asthma que juntas significan, soplo interior de Dios.
El entusiasmo en los contextos organizacionales
Siendo el entusiasmo una característica imprescindible de un líder o de un directivo, la literatura reporta poca publicación al respecto. Sin embargo, cabe resaltar el término work engagement, que es traducido como entusiasmo laboral. En este contexto, el entusiasmo es definido como un estado mental positivo relacionado con el trabajo, y caracterizado por vigor, dedicación y absorción.
En un estudio realizado en Argentina y publicado por Journal of Management and Economics for Iberoamérica en el cual se tuvieron en cuenta a 136 académicos argentinos, en el que se pretendía analizar cómo los recursos personales interactúan con los recursos laborales para predecir el entusiasmo laboral, se pudo concluir que la autonomía tiene un efecto positivo sobre el entusiasmo laboral. Lo que nos permite entender, que siendo la autonomía un factor de trabajo pero que está supeditados a otro que actúa como jefe y los recursos personales de cada colaborador, pueden si están alineados, aumentar el entusiasmo laboral.
Ya se podrán imaginar qué puede alcanzar una persona entusiasmada en su ámbito laboral, sin lugar a dudas es la organización la primera beneficiada, pero de paso, se sabe que cuando alguien ocupa un lugar gustosamente, enferma menos y su rendimiento es óptimo. No hay duda que el entusiasmo está relacionado con la satisfacción personal.
El entusiasmo es sal del alma
Al igual que en la vida laboral, el entusiasmo es de crucial importancia en la cotidianidad.
Si se tratara de una relación amorosa y para que ésta tenga éxito en el horizonte del tiempo, se requiere su cultivo, sus detalles, diálogo constante y dedicación continua, de lo contrario sucumbirá y morirá. Lo mismo sucede en un emprendimiento, en una obra de arte y en general en cualquier actividad que se piense hacer rodar.
En el contexto de país se requiere no solamente que alguien prometa puentes donde no hay ríos, sino que fundamentalmente se piense en un proyecto común, dado que el entusiasmo rompe la rutina y el continuismo y hace que todos viremos hacia objetivos comunes, pues un país necesita personas enardecidas por su realidad. Como dice Francesc Torralba “el desencantado pasotismo y la apatía vital abocan a los pueblos a su decadencia”.
Pero como toda sal que condimenta y da sabor, llega el día en que deja de salar y se vuelve sosa, así con el entusiasmo, por eso conviene tener algunas ideas para cultivarlo constantemente. Según los expertos habrían algunas estrategias para hacerlo: Trabajar en desarrollar una gran disciplina, hacer ejercicio, darle sentido y propósito a la vida, buscar actividades motivadoras, relacionarse con personas positivas y alejarse de personas tóxicas, entre otras.
Todos necesitamos entusiasmo, pero no todos tenemos el don de generarlo. Hay que ser conscientes que no depende de la edad, ni tampoco de los títulos pues hay muchos jóvenes desencantados y muchos adultos recién pensionados queriendo comerse el mundo. Hay que hacer de las oportunidades verdaderos proyectos y en nuestras manos está el hacerlos realidad, pues es un anhelado bien que puede estar a nuestro alcance.
Que nuestra patria no pague las consecuencias por haber elegido a unos pésimos dirigentes, sólo porque nos dejamos entusiasmar por sus falaces discursos. ¡Recuerden que el entusiasmo es un soplo interior de Dios!