El llamado que se está haciendo hoy, incluso desde la comunidad científica es a velar por el cuidado integral de los trabajadores principalmente en la concerniente al estrés que va de la mano directamente a la afectación de la salud y la salud mental concretamente.
Por: Adrián Hernández/ La década de los 80 del siglo pasado no sólo nos dejó ad portas el salto más grande que la humanidad ha dado en el tema de las comunicaciones con la llegada del Internet, sino que además, temas que no se consideraban relevantes principalmente en el campo de los negocios, fueron objeto de importantes movimientos académicos que hoy se constituyen en verdaderos baluartes en lo relacionado con la productividad y en general indicadores de gestión humana. Tal es el caso de la espiritualidad.
De otra parte, la queja constante de trabajadores e incluso de pensionados, es que el ambiente laboral deja y ha dejado secuelas irreversibles en la salud a tal punto que haya quienes han considerado quitarse la vida, tal como sucedió en Foxconn el fabricante de Apple en China, por solo citar un caso. Las pobres e insanas condiciones de trabajo sumado a la presión por resultados, ejercida principalmente por los jefes son las mayores causas.
Hoy, la espiritualidad ha sido analizada y vinculada desde ausentismo laboral, rotación de personal, clima y en general con felicidad laboral, y en todo con correlación positiva. Pero tal vez lo más importante, desde mi perspectiva, ha sido el llevar a encontrar sentido a lo que se hace desde la óptica del propósito superior. En mi opinión, la misión de las compañías que marcan el derrotero a seguir y la razón de ser de una empresa, va de la mano con ese sentido de la vida o propósito que mueve a las personas.
Pero, ¿acaso la espiritualidad no es del ámbito privado o del fuero interno y no sería antiético abordarla en los ámbitos organizacionales, dado que podría ocurrir ciertas manipulaciones para la consecución de los fines rentables de las compañías?
Lo primero que debemos decir ante el anterior interrogante es que hay que entender de qué estamos hablando. Cuando hablamos de espiritualidad no nos referimos a todo aquel universo de confesiones de credos y cumplimientos de ritos, eso es religiosidad. Esto sí pertenece al ámbito de lo privado, nadie tiene injerencia allí, cada quien decide. No siempre se es religioso y espiritual, aunque sería el complemento perfecto. Pero la espiritualidad puede funcionar sin la religión. De hecho, hay un movimiento grande de ateos que promueven su propia espiritualidad.
En segundo lugar, varios estudios científicos han logrado comprobar que la espiritualidad y el comportamiento ético tienen una correlación alta, sobre todo en toma de decisiones. Uno de estos estudios encontró que trabajar para fomentar la espiritualidad de los empleados de forma individual, es la forma más afectiva de mejorar éticamente.
El llamado que se está haciendo hoy, incluso desde la comunidad científica es a velar por el cuidado integral de los trabajadores principalmente en la concerniente al estrés que va de la mano directamente a la afectación de la salud y la salud mental concretamente. Es aquí donde la espiritualidad entra en acción ganando protagonismo.
Cuando hablamos de espiritualidad y la vinculamos con el que hacer laboral, una de las primeras preguntas que nos ubica en la entrada en esta dimensión del ser humano es cuando decimos ¿para qué vivo? Y seguramente cabe otras más: ¿cuál es la razón última de mi existencia?,¿qué espero que digan de mi cuando muera?, en fin. Estas preguntas son las llamadas preguntas existenciales, que por lo visto todos nos las hacemos y sino las hemos hecho valdría la pena que nos las hagamos.
Se sabe desde hace tiempo, que el sometimiento a eventos estresantes y por un periodo prolongado de tiempo, deteriora sustancialmente la calidad de la salud por la exposición al nivel elevado de cortisol en el cuerpo como mecanismo de defensa y preparación del organismo para la huida o el afrontamiento en circunstancias nocivas.
Es desde esta perspectiva en donde la espiritualidad se constituye en un factor resiliente que ayuda a mitigar el impacto devastador dado que no solo ayuda a inhibir la afectación directa, sino que además contrarresta dicho impacto a través de la liberación de dopamina, serotonina y oxitocina, hormonas que ayudan al bienestar, plenitud y felicidad.
El diálogo que han venido tejiendo distintas disciplinas del saber tales como las neurociencias, la inmunología y la endocrinología ha dado al surgimiento del enfoque salugénico que hoy es conocido como la psiconeuroinmunoendocrinología que plantea el abordaje de la dinámica salud- enfermedad desde distintas estrategias. Dado que estos estos tres sistemas están íntimamente ligados en el ser humano, hace que se piense en el cultivo de la espiritualidad como un elemento esencial que ayudaría al fortalecimiento de los mismos.
¿Pero cómo dar pasos hacia la vivencia de la espiritualidad en el trabajo?
Podrían considerarse tres alternativas: Una tiene que ver con un plan o programa desde la alta dirección y con la dedicación de gestión humana, la otra por cuenta propia del trabajador y la tercera con la mezcla de las dos anteriores.
Tal vez la palabra clave aquí es la creación de un ambiente o ambioma que puede ser externo o interno.
En relación con la primera, las compañías pueden facilitar el acceso a la escucha de música que ayude a la relajación personal y la conexión con las labores diarias, pueden además estimular la práctica de la zumba, la oración, el yoga, la meditación, la imaginería guiada, además de acciones sociales de voluntariado entre otras.
A nivel personal y ojalá con la anuencia de la compañía, se pueden establecer espacios para cultivar el humor, el ocio, propiciar espacios para el perdón, acompañar a los trabajadores en sus procesos de duelo.
Finalmente, aún sin que las compañías propicien los espacios, tomarse tiempo para la respiración profunda, hablarse con cariño dirigiéndose a partes de su cuerpo que usualmente deja en el olvido, contemplar amaneceres y atardeceres. Elegir lugares predilectos e ir allí mentalmente para hablarse cariñosamente. Dejar de juzgarse a sí mismo, tratándose con la misma amabilidad, cariño y compasión que mostraríamos hacia un buen amigo, o incluso a hacia un desconocido.
Recuerde que todo es importante, pero lo que verdaderamente importa es usted. Lo demás puede esperar.